Articulo de Julio Castro en la Repulica.es y que hemos recogido de la “La Mancha Roja”.
Lo que esta ocurriendo en Honduras, es otro claro ejemplo del cinismo y la hipocresía de los gobiernos, supuestamente democráticos, que ante estos atropellos a la libertad y a la dignidad de un pueblo, se limitan a montar el circo de la indignación para rápidamente volver la cara hacia otro lado y no “meterse en camisa de once varas”. Este gobierno sabe mucho de ilusionar a muchos con la memoria histórica para después pasar a la desmemoria y mirar para otro lado.
Como escribe Julio Castro:” Manuel Zelaya quiso sumarse al bando de los presidentes demócratas que preguntaban al pueblo hasta dónde querían ser libres”. Y ese es el punto en el que flaqueamos por estos lares, nos conformamos con que nos impongan una monarquía con calzador, en vez de preguntar con valentía hasta donde queremos ser libres.
El pueblo Hondureño esta en lucha para defender la libertad de su elección, que similitud tan grande con nuestra historia, esperemos no tener que oír otro “porque no te callas” de esos poderes colonizadores que todavía pululan por nuestra sociedad.
El pueblo Hondureño lucha por su dignidad y en este artículo Julio Castro nos lo cuenta con claridad y firmeza.
AMBIGÜEDADES Y ANTIDEMÓCRATAS EN LA CUESTIÓN DE HONDURAS
La comunidad internacional asiste casi impasible a uno de los mayores crímenes colectivos que hay en ese mundo: el ataque frontal contra el pueblo por parte de las instituciones que prometieron defenderlo. Las medias tintas y los discursos sin trasfondo ya no valen en pleno siglo XXI, porque ya vimos y vivimos lo que eso significa a corto, medio y largo plazo para quienes lo sufren y para los que, en pos de la justicia y la libertad, comprometieron todo lo que tenían y podían dar a fin de favorecer la igualdad de los ciudadanos que le pusieron en el poder.
Por eso me indigna escuchar, sin ir más lejos, al simplón de Moratinos que, prometiendo que se iba a empeñar en esto o en aquello dentro de los conflictos internacionales que conocía tan bien (algunos de ellos de muy cerca), y que a casi seis años de ministerio en el gobierno español, nos llega con las manos vacías y todavía quiere contemporizar entre criminales dictadores como el cerdo de Micheletti con sus sicarios hondureños y el Presidente constitucional Zelaya con el pueblo.
Digo Moratinos, pero la panda de sinvergüenzas que componen toda esa camarilla incluida la institución de la Unión Europea (que bien presidirá el gobierno español el próximo semestre), que hoy nos despiertan diciendo a golpistas y demócratas: “chicos, no la liéis, que ya está bien, que nos molesta”. No valió el golpe de Chile, los de Argentina, Guatemala,… ¿sigo? España, claro. No basta ver cómo se asesina y se siegan las libertades en Honduras, porque hay un par de pequeños problemas: Manuel Zelaya quiso sumarse al bando de los presidentes demócratas que preguntaban al pueblo hasta dónde querían ser libres ¡Y eso no se puede hacer! Ya los políticos saben bien hasta dónde, como para que unos zopencos vengan a decirlo. Pero en el caso del gobierno español el problema es mayor, porque resulta que está viendo cómo se construyen las democracias en Latinoamérica, con Presidentes que son Jefes de Estado con mayúscula: cosa que aquí no tenemos, ya que se impuso en una dictadura y es intocable. Así que ¿cómo tratar este temita?
Con pinzas y ambigüedades no se sostendrá el palo de la baraja, ni que sea de copas, de oros, de bastos o de espadas, porque el rey está ya en una posición realmente incómoda en la que la sucesión hoy día no está ni mínimamente garantizada. Así que decida el gobierno y poderes del Estado dónde quieren situarse: en la legalidad internacional o en la ignominia del chiringuito.
Y es que cuando el golpe de Honduras se perpetró asistimos a una situación curiosa, en la que nuestro gobierno decía que había que mantener y garantizar la democracia en aquel país, pero fue de los últimos en decir que había que restituir a Zelaya a su lugar: el del pueblo y el de la auténtica democracia. Y así jugaron durante más de un día a las ambigüedades. Veo casos más flagrantes, como es el de la ultraderechista ARENA en El Salvador. El partido/coalición que ha impuesto durante casi dos décadas la continuidad de la salvaje represión en aquel país tras los acuerdos de paz y que ahora cayó en desgracia: pero igual que la derecha franquista española, no se resigna a la voluntad popular. Así que, ni cortos ni perezosos “acusan al FMLN de trasladar a Zelaya” al país del que es Presidente (donde hoy se refugia en la embajada de Brasil). No se dan cuenta de que “acusar” a un gobierno de intervenir a favor del derecho constitucional y la democracia, es declararse, de manera obvia, como golpistas y criminales. Bueno, es lo que siempre han sido.
Lo que yo me pregunto es ¿dónde ubicamos a nuestros gobiernos? O bien ¿dónde se ven ellos si se miran en las noticias?
Julio Castro
23 de septiembre
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